A lo largo de nuestra vida y a nuestro alrededor
vemos cómo nos ponemos a dieta para perder esos kilos que vamos acumulando o
para prepararnos para un acontecimiento especial como puede ser la cercanía del
verano, una boda u otro acto donde se prioriza lo estético y la presencia
exterior.
Hay quién hace dieta porque se ha sobrepasado en un
espacio corto de tiempo, o que, después de una etapa quiere mejorar su
alimentación. Pero, en muchas ocasiones, hay personas que siempre están
controlando lo que comen. ¿Qué hay detrás de este control?
No necesariamente el controlar la ingesta de
alimentos tiene que esconder un trastorno. Todo lo contrario. Hay que tener un
equilibrio en nuestra dieta para evita así ciertas patologías vinculadas
directamente a nuestro consumo, pero el control excesivo si que puede ocultar
una patología relacionada con un trastorno psicológico.
Hay quien vive en una dieta eterna, donde las
restricciones y la excesiva rigidez en aquello que ingiere sobrepasan la
obsesión. No hay permiso para darse un capricho ni una concesión al estricto
régimen porque ello es percibido cómo una debilidad y tal hecho se debe evitar,
ya que ello puede desencadenar en una vorágine que no va a poder controlar.
Hay miedo a perder el control y no tanto por los
quilos. Es más bien el miedo a la pérdida de capacidad sobre la voluntad propia
y cómo todo ello va a repercutir en otros aspectos.
Las pacientes (en femenino, porque son en su
mayoría chicas y mujeres) fijan su obsesión en este aspecto de su vida porque
es la única área donde pueden ejercer ese poder y donde pueden manejar un
control exhaustivo y rígido. Las situaciones cuotidianas y del día a día donde
las circunstancias generalmente no siempre podemos gestionar ni manejar bajo
nuestro control, pueden generar ansiedad y inquietud. Esa intranquilidad puede
ser no bien gestionada porque, es posible, que no dispongamos de las
herramientas que nos ayuden a lidiar con estas situaciones. El hecho de
trasladar el control sobre la propia alimentación hace que se cree una falsa
sensación de seguridad, aunque realmente no existe tal seguridad propia y el
hecho de ejercerla en otra área calma el malestar que puede crearse en otros
aspectos donde no podemos o no sabemos controlar.
Cuándo la situación se prolonga en el tiempo, la
sensación de control se instala de tal manera que sigue ejerciendo un poder
difícil de eliminar, pero que realmente no es así. Tal control oculta unas
carencias que hay que derribar y son asumibles en todos los casos.
El primer paso a seguir es la identificación. Generalmente
no es un secreto llegar a identificar que son las carencias que tenemos y que
actúan en cada momento, es decir, que es la inquietud real que nos está
provocando malestar y que enmascaramos ejerciendo el control en otra área.
Para derribar la rigidez y la autoexigencia, hay
herramientas psicológicas y aplicadas que ejercen un poder, casi mágico, sobre
las creencias y los actos que están perpetuando la situación y que ayudan a
desestabilizar la situación.
El problema deja de ser el centro de la vida de
la persona, evocando y centrando la atención en otra área y quitándole la
importancia que anteriormente se le ha dado. El foco de atención se centra en
otros aspectos y el poder que, en un principio era para la estricta
alimentación, se difunde en otros aspectos también relevantes para la paciente
y que hasta el momento estaban alejados de su foco de atención.
El objetivo principal es desbloquear a la persona
que viene estancada y centrada en un área y ayudarla a encontrar solución a una
situación por la que carece de herramientas.
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