martes, 5 de mayo de 2020

¿Qué es este síndrome?

 

El síndrome del impostor es lo que sienten algunas personas, sobretodo en el ámbito laboral, sobre sus capacidades y su valía. Temen ser descubiertas porque ellas mismas no se consideran suficientemente valiosas y se subestiman, dando lugar a diversas repercusiones en su vida, tanto a nivel personal como profesional. Sienten que los demás se darán cuenta de que son engañados y temen ser un fraude, aunque no haya evidencia real de tal engaño.

 

Aunque es un aspecto psicológico poco conocido, este síndrome es muy común y tiende a ser poco expresado por las personas que lo sienten, aunque cuando estos sentimientos se expresan da a lugar a sentirse reconocido por algunos. Aún así, es muy frecuente en personas que son socialmente exitosas. 

 

¿Cuántos tipos de síndromes se distinguen?

 

Hay diferentes tipos de personas que padecen este síndrome y se pueden clasificar en cinco clases. Se podría reconocer algunos aspectos que son característicos de las personas que lo presentan. Aunque no es necesario que surjan los todos, pueden aparecer en mayor o menor grado.

 

-         Perfeccionista: las personas que sufren el síndrome del impostor tienden a ser perfeccionistas. Esta característica es común ya que se sienten inseguras y el hecho de no sentirse totalmente satisfechas con sus resultados hace que siempre estén buscando la perfección, cosa que nunca llega por su falta de confianza.

-         Experto/a: sienten que no son tan expertos cómo los demás los consideran y temen ser descubiertos por su ineficacia. A nivel laboral, el ser considerados por otros cómo expertos en su área hace que les crea ansiedad ante una situación que creen que no podrán solventar, aunque están capacitados.

-         Sobrecarga (superwoman y superman): son personas que creen que deben asumir muchas tareas, actividades y responsabilidades para así trabajar duro por aquello que desean conseguir, aunque esto les afecte tanto física como psicológicamente.

-         Los individualistas: creen que deben hacer su trabajo de manera individual porque si piden ayuda mostraran su poca capacidad y así podrán ser descubiertas como fraudes. Por esto, también se cargan de tareas y de responsabilidades que daña, a la larga, sus relaciones personales como laborales.

-         Las que creen que deben tener un genio natural: creen que trabajar mucho para conseguir algo no los hace valiosos y que no tienen talento natural para ello, así que si no triunfan a la primera se frustran, reafirmando las creencias que les ha llevado a ser así.

 

¿Qué características tienen las personas que presentan este síndrome?

 

El síndrome del impostor se puede presentar en muchas personas con diferentes características de personalidad, que pueden explicar porque se hace presente en unas y en otras no. Asimismo, la historia de vida de cada uno puede ser una fuente de información con respecto a que aspectos personales han dado lugar a su presencia actual.

 

La baja autoestima es una característica muy presente. El hecho de no sentirse suficientemente bueno hace que el esfuerzo sea mayor para no fallar y ser considerado válido por los demás, aunque esta satisfacción de superación nunca se verá satisfecha, porque siempre la evaluación personal tenderá a ser negativa. Existe un sentimiento de poca validez y de comparación con otros, en los que siempre se suele salir perjudicado. Se suele estar atrapado en este círculo de autoexigencia.

 

El esfuerzo y la persistencia en la mejora hace que el reconocimiento exterior sea positivo y halagador, pero a su vez, el reflejo que se recibe da lugar a una retroalimentación del síndrome. Por temor a ser descubierto o por no creerse como los demás lo ven, la persona sigue creyendo en su poca valía, siendo el reconocimiento un reforzador negativo.

 

En muchas ocasiones, no hay un reconocimiento propio y los objetivos o metas alcanzadas suelen ser menospreciadas, buscando explicaciones externas o que no se ajustan a la realidad. Es decir, cuando se logra un objetivo se suele justificar su logro por acciones excepcionales y no por las cualidades propias que objetivamente son las que explican los éxitos.

 

Las vivencias personales y los mensajes recibidos durante la infancia son un buen referente que puede explicar porque aparece este síndrome en algunas personas.

La exigencia de los padres por ser mejores, por destacar o por justificar el sobreesfuerzo es una explicación dado que valoran el hecho de ser mejores aunque ello no nos haga felices. Si uno ha recibido estos mensajes es posible que para no defraudar sienta que debe esforzarse y con ello empiece a sentir que no es lo suficientemente bueno como los demás lo creen.

El hecho de ser valorados por nuestra inteligencia y por los logros que se consiguen con ella, aumentan la idea que uno sólo será aceptado si sigue siendo excelente. Sólo así será reconocido. La presión consigue que surja ansiedad ante la posibilidad de no estar a la altura y, con ello, ser motivo de fraude. El hecho de valorar más los fracasos y no enseñar a gestionarlos así cómo el poco valor que se puede dar a los éxitos, hacen que sea fácil el sentir que no tenemos más valor que nuestras acciones, dejando de lado la parte más emocional y personal. Estaría muy asociado a la cultura del triunfo, que valora más lo que se consigue que por quién eres.

 

Para reconocer si se sufre este síndrome, hay que autoevaluarse sobre los aspectos anteriormente explicados y que creencias están alimentándolo. Analizar objetivamente los éxitos conseguidos y valorarlos positivamente sin caer en una excesiva humildad que no nos deje felicitarnos por ellos. Reconocer nuestros puntos fuertes y nuestras debilidades nos devolverá la objetividad y los recursos propios para solventar las dificultades, siendo el autoconocimiento la mejor herramienta en nuestras manos.

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